De Emilia Pérez a Paddington in Peru: Cómo hacer bien la representación de Latinoamérica en el cine

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Si han estado activos en las redes sociales los últimos meses, han podido ver o ser parte de la discusión sobre la representación de culturas, países y sus problemáticas en el cine internacional, sobre todo si estas no son parte de la experiencia de las personas involucradas en dichos proyectos. Esto parte tras el estreno y posteriores reconocimientos de Emilia Pérez, la película del director francés Jacques Audiard sobre cómo un jefe de un cártel mexicano requiere la ayuda de una abogada para evadir su vida criminal y someterse a un cambio de sexo.

Las múltiples polémicas de Emilia Pérez no son el centro de este artículo, pero sí lo es cómo Jacques Audiard se equivoca al querer invalidar las quejas contra su película con razonamientos incorrectos. Por raro que parezca, es Paddington in Peru, de Dougal Wilson, la película que prueba de muchas formas cómo Audiard se ha equivocado, desde su planteamiento hasta su defensa por los errores y las faltas de respeto en Emilia Pérez.

Con la cantidad de inexactitudes que los mexicanos reportaban sobre Emilia Pérez, mi temor sobre cómo sería representado Perú en Paddington in Peru solo fue en aumento. Después de todo, la nacionalidad del oso Paddington ha sido, a lo largo de los años, un elemento casual en su existencia, al punto de que es un símbolo británico y no peruano. En ese sentido, estaba preparada para esperar lo peor de Paddington in Peru. Pero quedé gratamente sorprendida. Aunque en este artículo no intento reseñar la película, sino señalar cómo hizo bien algo que, para Jacques Audiard y varios de sus defensores, resulta imposible de hacer: respetar un país que no es el tuyo.

Empecemos con uno de los argumentos más esgrimidos en la defensa de Emilia Pérez: la libertad creativa de los autores. ¿Acaso un director o escritor de un país solo puede escribir sobre las experiencias de su país y de lo que él ha visto? Personalmente, creo que no, y creo también que las críticas a Audiard y a su película nunca han ido en el sentido de atacar su libertad creativa, sino en exigir respeto por un país y una realidad que no conoce. Esto es algo que sí ocurre en Paddington in Peru.

La película, como el resto de la saga, es la historia de una familia británica, de un personaje británico (el oso Paddington), planteada y escrita en inglés. Jamás deja de serlo, y al introducirse al Perú, de manera geográfica pero sobre todo como parte del desarrollo de su protagonista, lo hace siendo fiel a lo que ha contado en las otras películas de la saga, pero también con respeto e integridad. Es evidente que hubo una investigación sobre el país en el que querían contar su historia.

Ciertamente, el Perú, al ser cuna de una de las civilizaciones ancestrales del mundo, ha sido escenario o bien parte mencionada de grandes producciones antes de Paddington in Peru, desde Aguirre, The Wrath of God (1972) y Fitzcarraldo (1982) de Werner Herzog hasta la más reciente presentación de la saga Transformers, Transformers: Rise of the Beasts (2023), pasando por la infame mezcla de México y Perú en un solo país en el universo de Indiana Jones en Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull (2008).

Pero probablemente Paddington in Peru es la primera película extranjera que no solo usa a Perú como un paisaje con el que el extranjero se debe enfrentar en búsqueda de un tesoro, sino como parte de la búsqueda personal del protagonista por su identidad. Para hacerlo bien, la investigación era clave. Desde la primera aparición de Paddington bajo una flor de la cantuta—la flor nacional del Perú—hasta las referencias a la larga historia y consecuencias del colonialismo en el país, incluyendo el papel de la religión en este proceso.

Otro punto que también es importante analizar son las declaraciones de Jacques Audiard sobre cómo para él no era necesario el realismo ni la investigación sobre México, ya que su película es una ópera musical.

Veamos, Paddington in Peru es una película sobre un oso parlante que, tras conseguir su pasaporte británico, decide ir de visita al asilo de osos donde está su tía, lo que incluye un número musical de Olivia Colman. Claramente, no es un documental y no persigue ser realista, pero no por eso se tomó la libertad de no investigar y fabular por completo sobre un país real o teorizar innecesariamente sobre una realidad que no conoce.

Al contrario, en Paddington in Peru podemos identificar esa investigación en detalles que son parte orgánica de la narración y que pasan desde una broma con la mención correcta de la visita del Papa a la selva peruana en 1985—un momento cumbre para una región históricamente postergada del país—hasta la inteligente y cuidadosa resolución de la trama sobre la búsqueda del tesoro de El Dorado.

Algo poco profundizado sobre esta leyenda, que alcanzó la cultura popular, es que en realidad el oro, así como otros metales, eran elementos útiles para decoración y representación de simbología religiosa en la época del incanato, pero no tuvieron un valor económico sino hasta la llegada de los españoles. Por lo que no tendría sentido que los incas protejan el oro, cuando lo realmente valioso para ellos eran, por ejemplo, las tierras cultivables.

Paddington in Peru es una historia amigable y familiar, como el resto de la saga, y pudo perfectamente caer en toda cantidad de clichés sobre el Perú. Pudo desarrollar su trama sobre mi país en el desconocimiento absoluto. Otras películas lo han hecho antes, no es algo que me hubiera sorprendido.

Pero creo que, en momentos como este, con gente con la arrogancia de Jacques Audiard manifestando que no investigó sobre México, a pesar de desarrollar ahí la trama de su película, es importante que existan películas como Paddington in Peru, que nos demuestran que las películas existen para ser ventanas. No solo ventanas de la mente de autores queriendo verse transgresores y arriesgados, sino de países y realidades que merecen ser retratadas bajo una libertad creativa que no transija con el respeto y la integridad de sus culturas.

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