‘Alien: Romulus’ – otra víctima de la nostalgia

0

Alien: Romulus

Una innovación de nuestra era consiste en hacer de la nostalgia su propio género cinematográfico, como lo demuestra la perfecta mediocridad de Alien: Romulus, la última entrega de la saga Alien, cuya justificación de existencia no es la actualización de la saga, ni mucho menos el desarrollo de sus temas, vamos, ni siquiera la extensión de la mitología del universo diegético, sino el reconocimiento de elementos de las entregas pasadas.

Si el xenomorfo de las dos primeras entregas (Alien de 1979 y Aliens de 1986) era una representación figurada de la vampírica corporación Weyland-Yutani, consumiendo a sus obreros y miserables colonos, en Alien 3 (1992) ya se había convertido en un castigo divino contra los pecadores. Ese ciclo se cerró en Alien: Resurrection (1997) bajo la dirección de Jean-Pierre Jeunet con guion del ahora apestado Joss Whedon, en lo que parecía como un intento cínico de revivir una saga que había visto morir a su figura central en la última  entrega, pero cuya sofisticada propuesta visual y arrojo visceral convertían su cinismo en diversión con un guiño hacia el cine de serie B con una banda de antihéroes y una sarcástica y renovada Ripley.

Scott regresó trastabillando con la desigual Prometheus (2011) que a pesar de sus fallas – entre ellas, introducir el origen de la compañía Weyland-Yutani en una de las escenas más inconsecuentes de toda la saga, en la que una severa Charlize Theron revelaba ser la hija de un arrugado Guy Pearce –, introdujo al androide David (Michael Fassbender), cuyo brutal racionalismo dominaría su secuela, Alien: Covenant (2017), continuidad que fue cortada de tajo al rendir pobremente en la taquilla.

Que sirva este recuento para traer a la palestra un aspecto central de la franquicia – más allá de su fálico antagonista – que reputados directores hicieron suya cada película y ofrecieron miradas novedosas en cada ocasión. Desafortunadamente, esta tradición se rompe con Alien: Romulus, en cuya superficie no quedan las huellas del director uruguayo Fede Álvarez (cuyo Evil Dead de 2013 es un ejemplo de un soberbio remake), solo las de una nostalgia vulgar que, insegura por naturaleza, regresa su mirada a las glorias pasadas, incapaz de ofrecer algo más que un producto técnicamente preciso pero desprovisto de personalidad.

Alien: Romulus presenta la historia de un par de hermanos, Rain (Cailee Spaeny) y Andy (David Jonsson), lo que aunado con el título (que hace referencia a la leyenda de los hermanos Rómulo y Remo, al primero de los cuales se le atribuye la fundación de Roma y el asesinato de su hermano) nos señala la fraternidad como uno de los temas centrales. Ambos, cuasi esclavos de Weyland-Yutani se embarcan en una nave a la deriva para escapar hacia otro planeta junto a una banda de jóvenes, solo para encontrar un ejército de xenomorfos a bordo.

La película toma tiempo en ponerse en marcha y cuando lo hace, la consabida destreza técnica de su director Fede Álvarez produce secuencias de acción vertiginosas, mientras que la dupla conformada por Spaeny y Jonsson ve su relación fraternal fastidiada por la maligna corporación, pero todo esto no es suficiente para despegar a Alien: Romulus del lodazal de la mediocridad.

Su anónima manufactura, tanto de guion como de puesta en escena apunta hacia retazos rescatados de otros filmes (“¡no hagan ruido si no quieren que los atrapen!”), así como de elementos copiados a calca de películas de la saga. Allí está el fantasma del finado Ian Holm, rescatado del éter para volver a interpretar a Rook, el desalmado androide de Alien (1979), una decisión inexplicable por partida doble, no solo es moralmente repugnante, también es del todo redundante.

Al igual que la insulsa repetición del famoso “Get away from her, you bitch!” de Ripley en Aliens (1986) por el personaje de Jonsson, o la enésima reiteración de la villanía de la corporación todopoderosa en la forma de una burócrata que informa a Spaeny de su esclavitud, o el diálogo que una vez más explica la biología de los xenomorfos, toda la película está infectada por los virus de la nostalgia y de la estupidez, gemelos (como Rómulo y Remo) confeccionados por los ejecutivos corporativos que no quieren correr riesgos, por lo que recurren a propiedad intelectual conocida por el público, a quien consideran de baja inteligencia, por lo que requieren que todas sus películas sean transparentes, señalables, seguras (libres de riesgo), incoloras y explicables.

Spaeny, a pesar de su mayor esfuerzo, no puede imprimirle a Rain la tenacidad de Ripley porque su personaje es anodino desde la página, lo mismo para Jonsson, a pesar de su precisión técnica. Son personajes genéricos porque toda la película lo es.

Todo esto lo escribo considerando que Alien: Romulus es una película una raya más arriba de “palomera”, reconociendo que representa el mejor escenario en esta Era de la Creatividad Muerta, porque es un producto competente, carente del product placement, del sarcasmo insoportable, de la duración inexplicable de tres horas y, sobre todo, de las secuencias de acción inintelegibles y repletas de imágenes generadas por computadora que han hecho de las películas de superhéroes churros insufribles. Alien: Romulus se parece más a una película – siguiendo la controvertida distinción establecida por Martin Scorsese – que aquellos largometrajes, pero sigue siendo sintomática de la crisis de Hollywood.

Calificación final: ⭐️⭐️

Alien: Romulus‘ aún se encuentra en varios cines de México y todo el mundo.

About Author

Deja un comentario