‘Novocaine: sin dolor’: Cuando sentir nada lo cambia todo

Antes de que continúes leyendo, si tienes la más mínima curiosidad o intención de ver ‘Novocaine: sin dolor’, ve a verla. Yo la vi sin saber nada y sin haber siquiera visto el tráiler y creo que fue lo mejor que me pudo haber pasado, sobre todo después de que me tocara ver el tráiler (el cual considero revela mucho) en una función reciente a la que asistí. Quizá lo mismo debería de poder decir de todas las películas (o quizá ya es común que los avances revelen demasiado), al final el cine es un medio principalmente visual. En el caso de ‘Novocaine: sin dolor’, la dependencia que tiene en su premisa hace que lo visual tenga un mayor impacto si no se ve venir.

Ahora bien, ¿y si tu mayor debilidad se convirtiera en tu mayor fortaleza? Nathan Caine (Jack Quaid) es un empleado de un banco que ha vivido una vida en extremo protegida. En su niñez fue diagnosticado con insensibilidad congénita al dolor (CPI, por sus siglas en inglés), por lo que fue apodado por los demás niños–quienes no desaprovecharon la oportunidad de propinarle palizas diarias, total, ni le duele–como “Novocaina”.

Desde entonces y ya a sus 30 años, Nathan ha vivido una vida llena de precauciones: todas las esquinas de los muebles de su casa y las perillas de las puertas están cubiertas con pelotas de tenis para evitar que se pegue y no come sólidos, solo licuados, por miedo a morderse la lengua y desangrarse sin darse cuenta. Vaya, ni siquiera tiene amigos porque teme salir de su casa. Así que, cuando un grupo de delincuentes se mete a robar a su banco y secuestra a la chica que le gusta, Nathan utilizará lo que por mucho tiempo fue una debilidad como una herramienta para ser imparable y rescatarla.

Escrita por Lars Jacobson y dirigida por el dúo conformado por Dan Berk y Robert Olsen, ‘Novocaine: sin dolor’ es una comedia romántica de humor negro y acción llena de giros y de momentos gratificantemente retorcidos. Cuando tu protagonista es incapaz de sentir dolor, no hay límites en cuanto a las situaciones en las que lo puedes poner y la violencia gráfica en la que eso puede derivarse. Nathan podrá no sentir dolor, pero nosotros sí, y con la pura imaginación (y unas imágenes bastante gráficas) nos basta para retorcernos en nuestros asientos.

El tema de los nepobabies en la industria cinematográfica ha estado en el radar desde hace ya un rato, pero honestamente, ¿a quién le importa quién es hijo de quién si hacen un buen trabajo? Claro que es importante tener conversaciones acerca de la desigualdad en el acceso a las oportunidades de trabajo, pero la capacidad de alguien para actuar no depende de su árbol genealógico.

En este caso, Jack Quaid (hijo de Dennis Quaid y Meg Ryan) en ‘Novocaine: sin dolor’ obtiene uno de sus primeros papeles estelares y, sin exagerar, carga con el mayor peso de la película, pues la premisa se sostiene por su actuación y, sobre todo, por su corporalidad. Junto con Amber Midthunder, quien interpreta Sherry (el interés romántico de Nathan), desarrollan una relación al inicio de la película, particularmente cómo ella lo motiva a que salga del papel burbuja en el que Nathan mismo se ha mantenido, que involucra al espectador emocionalmente en ella. Así, a lo largo de la película y con esto en mente, todo lo que Nathan no está sufriendo lo sufrimos nosotros.

A pesar de que hay veces que los chistes en la película son reiterativos (un poco similares al humor soso de Marvel), el humor es bastante divertido para quienes disfrutamos del humor negro. Además, cuenta con mucha comedia física y resulta gracioso ver a Jack Quaid en esos microsegundos de toma de decisión donde nosotros, que sí sentimos dolor, sabemos que “va a doler”. También, la selección musical abona al humor de ‘Novocaine: sin dolor’. Sí, everybody hurts… sometimes, pero Nathan no. Al menos no físicamente.

’Novocaine: sin dolor’ garantiza un buen rato en el cine y, a pesar de que mucha gente ya no se sabe comportar en público, poderla ver en la pantalla grande rodeada de una audiencia resulta gratificante. Aunque, a decir verdad, si hubiera estado sola en la sala, probablemente le hubiera dado más rienda suelta a mis reacciones y la hubiera disfrutado de igual manera.