‘Capitán América: Un nuevo mundo’ – El alma podrida de Estados Unidos
‘Capitán América: Un nuevo mundo’ abre con el General Thaddeus “Thunderbolt” Ross (Harrison Ford) a punto de aceptar la presidencia de Estados Unidos. Mientras su equipo se prepara para esta monumental victoria, Ross permanece tras bambalinas, meditando sobre los actos que ha cometido para llegar hasta allí. Es un hombre lleno de dudas y remordimientos. Momentos después, sale al público mostrando una cara distinta: la de un político cuyo plan es unir a Estados Unidos y al mundo tras inminentes tragedias que superan la comprensión de los ciudadanos comunes del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM).
De la misma manera que Ross representa un símbolo de normalidad y estabilidad para el UCM, el Capitán América cumple con una función similar, tanto en la franquicia como el superhéroe en sí. Si algo que queda claro con el retiro de Steve Rogers y la transición hacia Sam Wilson (Anthony Mackie) es que el Capitán América funciona como un símbolo de unión, del bien y de justicia, sin importar quien lleve el manto. El peso de portar el escudo provoca que Sam, al igual que Ross, se esconda detrás de su identidad pública y desaparezca su individualidad para convertirse en el parangón de una sociedad quebrantada.
En una película funcional, el emparejamiento entre ambos personajes sería obvio. Más allá de la identidad de Ross como antagonista de Hulk, su posición como presidente de Estados Unidos y su relación tumultuosa con un héroe que representa a su nación abre las puertas a un debate entre los sentimientos de un Estado-nación en medio de una crisis de identidad. Mientras el presidente presenta una realidad llena de violencia, arrebatos y decisiones que llevan a conflictos mayores, el superhéroe presenta un futuro mejor, diferente, una realidad utópica y predilecta a una paz superficial. El problema es que ‘Un nuevo mundo’ está más interesada en explorar una nostalgia vacua del UCM, una superficialidad estética e ideológica, que ir más allá.
Después de la infame miniserie ‘Falcon y el Soldado del Invierno’ (2021, Kari Skogland), más recordada por sus políticas centralistas que por servir como un parteaguas para la integración de Wilson como el Capitán América, la cuarta película de esta franquicia propone una propuesta política aún más deficiente. Si con anterioridad nos quejábamos de la imagen cobarde que era tener al nuevo Capitán América regañando a políticos diciéndoles que “Sean mejores” como una resolución, esa misma decisión ahora parece un acto revolucionario frente a la visión política que Kevin Feige y compañía sugieren en este nuevo filme.
Sam Wilson se enfrenta a su peor enemigo hasta la fecha: el guion, escrito por Rob Edwards, Malcolm Spelman, Dalan Musson, Julius Onah (el director del filme) y Peter Glanz. Es un guion tan disperso que se complica explicar el argumento de esta película, un problema que viene por el número de manos en este proyecto y de la invasiva cantidad de reshoots que sufrió. Como consecuencia de esto, ‘Un nuevo mundo’ es una película llena de personajes que solo existen para llenar espacio y evocar al pasado, además de subtramas con los mismos objetivos.

Para contextualizar, más allá de Ross y Wilson, la película reintroduce a personajes de la miniserie como Joaquin Torres (Danny Ramírez) e Isaiah Bradley (Carl Lumbry), el Capitán América Olvidado. Personajes que, más que tener una verdadera integración a la historia, solo son presentados para seguir con la continuidad del universo con diálogos expositivos que explican quiénes son sin proporcionar mayor profundidad a sus personajes. Bradley pierde toda la carga política que tenía en la miniserie, convirtiéndose en una sombra del personaje con un pasado trágico que alguna vez fue. Torres, por su parte, se limita a ser un compinche para Sam, un nuevo Falcon sin mucha profundidad, que solo existe para aliviar la cinta con un sentido del humor irritante y cuya relevancia se reduce a su última escena en el filme. En pocas palabras, personajes desaprovechados.
Los nuevos personajes tienen un destino aún peor, pues su existencia en la historia carece de una verdadera razón de ser. Son, en esencia, totalmente innecesarios.
El antagonista terciario, Sidewinder (Giancarlo Esposito), se siente como un desperdicio de villano, que solo existe para llenar el vacío de escenas de acción en diferentes secciones de la película. Es una versión menos intimidante de Crossbones. Leila Taylor (Xosha Roquemore) es un personaje que no parece tener un propósito en la historia: su presencia es mínima y no agrega nada a un filme repleto de personajes. Ruth Bat-Seraph (Shira Haas), alterada lo suficiente como para ser prácticamente un personaje distinto al de los cómics, existe solo para que Marvel refuerce su lealtad a la ocupación genocida de Israel en Palestina y para que la película—en su intento por evocar la nostalgia de ‘Capitán América y el Soldado del Invierno’ (2014, Joe y Anthony Russo)—tenga su propia versión del Capitán América, Falcon y Black Widow.
Tim Blake Nelson retoma su papel como Samuel Sterns, el cual no ha sido visto desde ‘El increíble Hulk’ (2008, Louis Leterrier), y probablemente el peor aspecto de toda esta película: una conspiración política sin mucha conspiración ni mucha política de por medio. Su presencia se siente secundaria a la historia central, un villano que realmente no conecta a nivel físico ni ideológico con el protagonista de la historia, a pesar de ser el motor central de la trama.

Tal y como ‘Capitán América: Civil War’ (2016, Anthony y Joe Russo) reduce el conflicto político en riñas personales. ‘Un nuevo mundo’ se encarga de que la política no formen parte del conflicto central del filme. Si Sterns busca la destrucción del legado de Ross es por razones personales; si Sam busca salvar a Ross y derrotar al supuesto antagonista de su historia, es porque, como representante de toda una nación, debe de mostrarse como un estandarte de excelencia, un modelo a seguir para los estadounidenses que lo observan, sin importar las circunstancias.
No importan los desacuerdos que tenga con el presidente ni el peso político de sus actos: el Capitán América es un símbolo de la excelencia estadounidense y, por lo tanto, tiene que hacer lo que se considera correcto.
Es así como el clímax del filme es una batalla por el alma de Estados Unidos: la reputación del presidente Ross. Mientras que el plan maestro de Sterns busca “la destrucción del legado de Ross”, el objetivo del Capitán América es redimirlo ante la opinión pública. Es una batalla por probar la humanidad en el General Ross, de la misma manera en que Steve peleó por Bucky en ‘El soldado del invierno’, solo que en este caso, no existe una relación preestablecida entre dos viejos amigos. Aquí solo tenemos a Sam Wilson defendiendo a un vejestorio representativo de todo lo que está mal con Estados Unidos porque es su deber como Capitán América.
Es frustrante hablar de todo lo que ocurre en ‘Capitán América: Un nuevo mundo’ y no mencionar otros aspectos. Actuaciones, fotografía, sonido, efectos visuales… todo esto es un adorno alrededor del árbol, el empaque bien arreglado de un regalo nefasto. Es imposible no centrarse en la trama central porque, fuera de ella, hay poco que comentar. No estamos hablando de un texto fílmico, sino del esqueleto de uno. Puede que la calidad en algunos elementos sea un poco mejor de lo que suele ser en esta clase de blockbuster, hechos con más dinero que con ganas, pero de nada sirve tener un mejor filtro de calidad si el resultado final es algo tan miserablemente delgado como esto.

Lo peor de todo es que, justo cuando piensas que todo va a terminar, la película todavía continúa por un poco más… igual que esta reseña. Sinceramente, reservo todo mi veneno para los momentos finales de este filme, cuando se revela la verdadera cobardía detrás de esta producción. Desde Fausto de Goethe, no veíamos a alguien vender su alma al Diablo como todo el mundo detrás de esta película que en sus momentos finales te vende el alma rancia, racista, imperialista y opresiva de Estados Unidos como redimible.
¿Por qué un personaje como Sam Wilson—un hombre negro que ha sufrido racismo y discriminación en las instituciones sociales estadounidenses—querría un puesto en la mesa? Debido a que Wilson no es más que una marioneta sirviendo a un maestro que vende complacencia y perdurabilidad, no revoluciones y cambios verdaderos. Pocas veces una película expone su verdadera y pútrida naturaleza de forma tan evidente, y ‘Capitán América: Un nuevo mundo’ lo hace en sus últimos minutos, envolviéndola cuidadosamente en una bandera estadounidense.
Calificación: 
‘Capitán América: Un nuevo mundo‘ llegó a los cines de todo el mundo el pasado 14 de febrero.